Izquierda: Lo que el Marxismo se Llevó 1
Compañeros(as):
Los invito a leer y compartir este interesante articulo, puede ser un insumo interesante para este año, especialmente para los que encontramos que algo falta en esta etapa de los gobiernos de la concertación.
atte
Carlos Araneda
Izquierda: Lo que el Marxismo se Llevó
Antonio Cortés Terzi
Un Debate con Rasgos Inéditos La discusión sobre el ser y el deber ser de izquierda es un viejo y consuetudinario tema que ha tenido momentos de gran presencia desde que surgieran los primeros “partidos obreros” en el siglo XIX. Pero ninguna duda cabe que es a partir de algunos hitos y procesos gestados en las postrimerías de la década de los ochenta del siglo XX que el tema cobra una excepcional relevancia y un dramatismo inédito.Ciertamente, fue la “caída de los muros” el hito fundamental, no sólo por lo más obvio y conocido (el evidente fracaso del principal paradigma de la mayoría de las izquierdas) , sino por otras dos razones: i) porque el tema dejó de ser un asunto que tocaba preferentemente a las izquierdas no comunistas para incluir en él a las fuerzas comunistas sobrevivientes, y ii) porque legitimó la inclusión de la vertiente socialdemócrata europea en el “mundo de la izquierda”, sometiéndola también al debate.Es decir, a partir de ese hito la discusión dramatizada de por sí por el derrumbe de los socialismos reales se dramatiza aun más porque la izquierda se amplia enormemente como sujeto político y de análisis.ReadecuacionesJunto a lo anterior, hay otros dos procesos o sucesos que le dan al debate una connotación inédita. 1) La socialdemocracia europea pudo haber devenido en hegemónica dentro de la izquierda y en figura reordenadora de la misma, merced al vacío que dejaba la izquierda comunista, la más castigada por los efectos de la caída de los muros. Sin embargo, al poco andar sobre los derrumbes cobraron fuerza dinámicas que generaron fisuras y centrifugacidades al seno de la socialdemocracia, tanto en materia de pensamiento como de acción política, que la incapacitaron o limitaron para cumplir ese rol.2) De entre los muchos efectos de la caída de los muros hubo uno de orden intelectual de relevante gravitación a la hora de buscar redefiniciones acerca de la condición de izquierda. En términos generales, la izquierda (en particular, la no comunista) tendió a “renegar” del marxismo a través de procesos muy apresurados y alejados de un probo y riguroso acto intelectual. Podría decirse que las izquierdas no comunistas –cuál más, cuál menos- huyeron del marxismo y se trasladaron a opciones conceptuales y discursivas de variados orígenes, instalándose en ellas pragmáticamente y sin evaluar las consecuencias que ello acarrearía en cuanto a renovación de personalidad.Una Cuestión de IdentidadEsa apresurada huída necesariamente debía conducir a situaciones de pérdida de identidad, simplemente porque durante un siglo las izquierdas –comunistas y no comunistas- habían vivido y actuado bajo el influjo de ideas y lógicas provenientes del marxismo. Por supuesto que existían lecturas muy diferentes del marxismo al seno de las muy variadas corrientes de izquierda. Pero es innegable que todas las izquierdas eran depositarias de elementos de una tradición cultural marxista que iba más allá de políticas, programas, estrategias y discursos concretos, expresándose en un cierto ethos que irradiaba en conductas, en gestos, en lenguaje, en prácticas, etc., que configuraban un tipo de identidad, pese a todas las particularidades. El abrupto y radical abandono del ethos cultural marxista de parte de las izquierdas no comunistas y, en especial de las socialistas y socialdemócratas, fue de por sí un duro golpe a la identidad de izquierda, pero agravado por el hecho de que no fue suplido por fuentes intelectuales y político-culturales que desempeñaran el papel de un sustrato mínimo común para una nueva identidad compartida y que a su vez conectaran de manera culturalmente orgánica el antes y el después de las izquierdas. La confluencia de estos fenómenos es lo que autoriza para calificar como inédito y dramático el actual debate sobre la condición del ser de izquierda. Nunca antes ese debate se dio sin la existencia de un referente ideológico y político práctico (socialismos reales) y sin un marco conceptual, de categorías y lenguajes relativamente compartidos (tradición marxista) que acotaban las argumentaciones, permitiendo una interlocución sobre un sustrato elemental de ideas comunes. Ilustra lo inédito y dramático el simple hecho que hoy se asimilen en el debate gobiernos como el de Tony Blair y el de Hugo Chávez. Tres o cuatro lustros atrás ninguno de ambos habría calificado como propio de la izquierda. Como, por ejemplo, nunca se le concedió esa cualidad al gobierno peronista.Precisión Sobre el Vínculo entre Cultura Marxista e Izquierda TradicionalPudiera parecer extraño que en este análisis se relacione el marxismo tanto a las izquierdas comunistas como a las no comunistas y, en particular, a la socialdemocracia. Para intentar disipar anticipadamente esa potencial extrañeza, es menester precisar, brevemente, un par de cuestiones.En primer lugar, las históricas y abismales diferencias políticas e ideológicas entre comunistas y socialdemócratas (y otras izquierdas no comunistas), al menos en sus orígenes entrañaban una disputa –igualmente radical- entre lecturas del marxismo. Es decir, ambas expresiones políticas reconocían el marxismo como su principal y fundante antecedente intelectual. De ahí que se pueda hablar de una tradición político-cultural marxista que irradió a toda la izquierda durante buena parte del siglo XX.En segundo lugar, si bien el “marxismo-leninismo” de los “socialismos reales” y de los partidos comunistas, implicó el paso del marxismo de un pensamiento crítico moderno a una fórmula ideológica defensiva del estatus soviético, de todas formas mantuvo nexos conceptuales y de lenguaje con la tradición marxista. Por su parte, el distanciamiento cada vez mayor de la socialdemocracia con el “marxismo-leninismo” fue, de preferencia, resultado de procesos de desarrollo (crítico en momentos) del pensamiento de Marx más que de rupturas relevantes con el marxismo original. De ahí que incluso la diferenciación intelectual y política creciente entre socialdemocracia y comunismo se diera dentro de ciertos marcos de tradición cultural marxista.En tercer lugar, por mucho que la socialdemocracia rechazara y se opusiera a los sistemas impuestos por los “socialismos reales”, esto, de todas formas, desempeñaban un papel de referente también para ella. Un referente “negativo”, si se quiere, o una suerte de no paradigma, pero lo cierto es que los socialismos reales eran un tema referencial para la socialdemocracia.Por último, sería un error pretender medir la influencia que tuvo el marxismo dentro de las fuerzas de izquierda por las adscripciones o desinscripciones formales y explícitas que los partidos hacen –o hicieron- al respecto. Dada la larga historia de influencia que el marxismo tuvo en el campo político-cultural y en el área político-práctica la medición pasa por observar las conductas partidarias en esos campos y áreas.De todo lo anterior puede inferirse una conclusión: que el debate actual sobre el ser de izquierda no puede soslayar la historia política y político-cultural de la izquierda tradicional. En consecuencia, no puede dejar de aludir a una conceptualización de izquierda que tiene su punto de partida intelectual en las variantes del pensamiento marxista. El Caso Chileno y el “Derrumbe” del MarxismoPolítica e intelectualmente, la izquierda chilena estuvo constituida, clara y confesamente, por partidos marxistas. Chile fue uno de los pocos países en que se dio un escenario de una izquierda comunista (PC) y una izquierda no comunista (PS) –marxistas ambas- que se equiparaban en fuerzas e influencias y que sumadas conformaban una fuerza social y electoral competitiva.Escenario comparativamente bastante peculiar en sí y tanto más teniendo en cuenta que la izquierda no comunista (socialista) no seguía los patrones político-culturales y conductuales de la socialdemocracia. Es decir, la impronta marxista en esa izquierda era mucho más categórica y decisiva que las que mostraban las izquierdas no comunistas europeas. Ergo, el marxismo era, sin duda, el antecedente intelectual más gravitante en el conjunto de la izquierda chilena. De ahí que su declinación y virtual “derrumbe” hayan causado verdaderos estragos en la personalidad y naturaleza de la izquierda no comunista chilena.El socialismo chileno radicalizó su sempiterna revisión del marxismo “oficial” durante el régimen militar. Y si bien en ese proceso había interés y algún grado de densidad intelectual (producto de un pasado intelectual crítico), lo que se imponía era una necesidad política atendible y urgente: la de eliminar de sus razonamientos, discursos y políticas aquellos conceptos y postulados “marxistas” menos congruentes con la centralidad que ocupaban las demandas de democratización del país. En tal sentido, la primera fase de revisión estuvo signada por la pugna y abandono de lógicas y postulados que eran más achacables al “marxismo comunista” que al “marxismo socialista”, de tradición más plural y dúctil.La Etapa de los PreparativosLuego de esas primeras revisiones, se desarrolla una segunda etapa que coincide con las crisis y caídas de los socialismos reales y con los preparativos del socialismo chileno para integrarse de lleno a la institucionalidad democrática y, sobre todo, al gobierno del país. Cuadro que no podía ser menos propicio para el desarrollo de un proceso crítico-reflexivo intelectualmente riguroso y probo. Es indudable que la “caída de los muros” afectó seriamente la credibilidad en la consistencia teórica del marxismo y que repercutió en profundas desconfianzas sobre las bondades y viabilidades de las sociedades socialistas. Es cierto que esos efectos negativos podían ser morigerados por la cultura socialista, dados sus distanciamientos históricos con la sovietización del marxismo y del socialismo. Pero sólo morigerados y nunca eludidos completamente por la existencia de vasos comunicantes con uno y otro. Inmersas las revisiones en ese cuadro lo que se produce es un empobrecimiento intelectual del proceso, acompañado con un escepticismo o agnosticismo inconfeso y “privado”. Las revisiones toman un curso pragmático y factual. Al fin de cuentas, “la teoría es gris” y el árbol del poder “eternamente verde”. El socialismo ha vuelto al gobierno y su misión es históricamente modesta, pero importante y nítida. Frente a esa misión poco parecen importar las viejas críticas sustantivas, por ejemplo, a la “forma capitalista de desarrollo” o a las “formalidades de la democracia burguesa”. No sólo parecen importar poco, sino que, además, resultan molestas si lo que se busca es superar el “modelo neoliberal” y la “democracia restringida” legada por la dictadura. A partir de allí, se terminan, en realidad, las revisiones conceptuales y lo que se abre es una franca dinámica de alejamiento y abandono del marxismo, dinámica que marcha a la par con los años que va cumpliendo el PS como fuerza gobernante. Abandono que es mucho más totalizador de lo que habitualmente se piensa. No se reduce al abandono del marxismo estalinizado. Desaparece también el marxismo de la escuela de Frankfurt, de Viena, de Gramsci, etc. Se extinguen o subsumen las categorías, el lenguaje, las prácticas políticas, las temáticas, el tipo de partido, la figura del militante y del intelectual, etc. que derivan de la cultura política marxista, aun de las versiones menos ortodoxas.El Peso de la RealidadEste proceder del socialismo no ha sido fruto de puras arbitrariedades y subjetividades. Estuvo y está motivado por “condiciones materiales de existencia” y obedece a transformaciones funcionales. Es evidente que durante los gobiernos de la Concertación no sólo se han producido transformaciones institucionales y estructurales, sino que se ha gestado una reconfiguración de estatus. Un nuevo estatus del que la Concertación es artífice –y con ella el PS-, pero también proveedora de nuevas elites. Ahora bien, es de por sí difícil para una izquierda sostener esa condición y ser a su vez constructora y parte dirigente del estatus existente y es tanto más difícil si a su vez sus elites son tales en virtud de su pertenencia al cuerpo elitario del estatus. ¿Cómo podría cuadrar, en ese contexto, el pensamiento y la discursividad marxista, incluso en sus versiones más modernas y sofisticadas? En definitiva, el marxismo como antecedente intelectual es disfuncional para el papel que desempeña el PS en el presente, contradice la reculturización que ha experimentado a lo largo de poco más de tres lustros -cuyo sustrato formativo se encuentra en el ejercicio de ser parte de la elite de poder del estatus- y se contrapone a la estructura mental que rige en las generaciones más jóvenes obnubilados y cooptados por lógicas estadolátricas. En menos palabras, en la medida que el PS, factualmente, ha dejado de ser un partido de izquierda y se ha erigido en la izquierda del centro (o en la izquierda del sistema), es obvio que el marxismo no puede ser un antecedente intelectual decisivo en la definición de sus prácticas. Lo que subsiste de él en el PS es una retórica instrumental para el manejo interno de los cada vez más menguados grupos tradicionalistas.Lo escrito hasta aquí autoriza para que se formulen una infinidad de preguntas, entre otras: ¿puede haber una izquierda no marxista?; ¿sólo el marxismo puede ser fuente intelectual de la izquierda?; ¿es el marxismo una teoría y propuesta esencialmente subversiva y revolucionaria?; ¿puede un partido marxista no ser revolucionario en sus fines?; ¿el marxismo es impensable sin su propuesta de otra sociedad?; ¿puede ser el marxismo un referente intelectual para una izquierda moderna?; etc.Por supuesto que es imposible responder todas esas interrogantes en este espacio. Sin embargo, sí se puede afirmar y argumentar una respuesta sobre lo sustantivo y a través de una generalidad: el marxismo continúa siendo una fuente intelectual “obligada” para la reconstrucción de una izquierda moderna.
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