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El "tiro en el pie"

            Osvaldo Torres G.     Las declaraciones del presidente del Partido Socialista en cuanto a que un cambio de gabinete sería como “darse un tiro en el pie”, ameritan una reflexión política; toda vez que el cambio se ha producido. El Transantiago no sólo es un problema, también ha sido como un acelerador químico que precipita una situación que se hacía poco sostenible. Este grave problema se podrá resolver, con todos los costos que está pagando la población, pero no necesariamente superará las condiciones que lo produjo y lo prolongó sin haber tenido una rápida reacción política. El problema no es que la oposición haga oposición, más bien necesitamos de una oposición a la altura. Tampoco el problema es que los ministros no trabajen, pues Espejo lo hizo día y noche, al menos desde el 10 de febrero. El problema no es la descoordinación de las bancadas parlamentarias, pues siempre ha existido un cierto “celo partidario”. Incluso, el problema no son lo que algunos llaman los parlamentarios “polilla” por su fototropismo televisivo, o los intolerantes o los insolentes. Estos son sólo efectos de un proceso social y político que algunos dirigentes de la Concertación han interpretado erróneamente, lo que hace que operen con la idea que con más disciplina, con más sudor en la camiseta, con más monolitismo saldremos adelante. Los porfiados hechos muestran –particularmente en esta situación- algunas cuestiones que vale la pena considerar. - La presidenta tiene razón cuando señala que existe una ciudadanía más exigente de sus derechos y menos asustada con los traumas del período dictatorial, por lo que las políticas públicas requieren de una sensibilidad distinta a la tecnocracia que se formó y acostumbró a tomar decisiones con ausencia de los “beneficiarios”. Estos se han venido transformado en ciudadanos.

- El drenaje del apoyo social al gobierno, puede ser pasajero, pero no se explica exclusivamente por la crisis del Transantiago. Este debilitamiento del apoyo es particularmente sensible pues ocurre en un gobierno que prometió abrir espacios a la participación ciudadana y no hay un diseño para que se haga efectiva.

 

- Se ha hecho patente un distanciamiento mutuo entre la acción del Gobierno y los partidos que lo sostienen, lo que debilita a ambos actores ante los ciudadanos. Distanciamiento –que si bien es planetario- pues la política se hace impotente para resolver los problemas de los ciudadanos ante un agresivo mercado, adquiere su particularidad nacional cuando los partidos, en vez de proponer y confrontar ideas, se someten a funcionarios que poco conocen de la vida de la gente común o jamás sus ideas han sido puestas a prueba por la soberanía popular. La derecha contribuye entusiasta, con su estrategia de debilitar tanto al gobierno como a la política, para obtener ganancias por la presión de los poderes fácticos.

 - La Concertación tiene un Programa de Gobierno, que son ideas para una administración breve, pero carece de un proyecto de país que marque el ideario de los próximos 20 años, lo que aumenta la tensión interna entre los proyectos liberales, los populistas y los proteccionistas que conviven en su seno. Esto se puede resolver si primero se reconoce este hecho, para luego consensuar un Programa de profundización democrática e igualdad social, que impida la división de los dos bloques reformistas (DC y PS-PPD-PR) que fue –entre otros factores- lo que abrió paso a la era neoliberal y autoritaria. El reciente cambio de gabinete se hacía indispensable, pues se había conformado un cuadro de preocupante caída en el apoyo ciudadano al gobierno, falta de conducción política para sacar adelante los objetivos programáticos y distanciamiento con los partidos que lo apoyan. En ese escenario era impostergable la decisión tomada y, visto ello, los partidos debían desarrollar la iniciativa, dialogar con la presidenta, proponer salidas y orientaciones para precipitar un ordenamiento de las fuerzas que favorecieran sacar adelante las tareas urgentes y las comprometidas en la elección. El nuevo gabinete dio a luz y nada de lo anterior hizo la mesa socialista, debilitando aún más el rol del partido en el sistema político. Sin duda bajarán las tensiones, se respirará un ambiente político menos confrontacional al interior de la Concertación y el país, pues se da otro paso en ampliar las sensibilidades (partidarias) de la Concertación que quedan representadas en el Gobierno. Pero, si los dirigentes de la Concertación no sacan las conclusiones de los gruesos errores cometidos y proponemos vías para fortalecer el proceso de reformas políticas democratizadoras y de bienestar social, esa ciudadanía exigente puede –perfectamente- castigar al sistema político y a nosotros, con un incremento de las protestas (forma radical de insistir en sentirse incluido y partícipe) y el ausentismo de las urnas el 2008, provocando no sólo un debilitamiento del gobierno, sino también el de nuestra imperfecta democracia. 

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