DIRIGENTES SECUNDARIOS DE MAIPÚ EXPLICAN SUS RAZONES PARA SALIR A LA CALLE
Así se definen los rostros detrás de los destrozos del pasado martes y la cara real de la crisis del sistema. Nada tienen que ver con los dirigentes secundarios de los colegios emblemáticos. Los primeros –dicen- son educados para ir a la universidad. Ellos para ser mano de obra barata. La educación chilena les falló. Sienten que les mintieron y que llegó la hora de ajustar las cuentas.
Katerinne Pavez Simón Sepúlveda tiene 18 años y es alumno de cuarto medio del Liceo Polivalente José Ignacio Zenteno de Maipú. Su madre y hermano son colectiveros. Su hermana, de 24 años, estudió en un liceo técnico igual que él y hoy está cesante. Simón se hizo famoso hace unos días por los destrozos millonarios que casi dos mil estudiantes de la zona poniente causaron en las afueras de la municipalidad, frente a la Plaza Monumento. Un hecho condenado por todas la autoridades y que será perseguido judicialmente, pero de cuyas razones profundas nadie habla: de por qué la frustración se transforma en rabia. De lo que significa para muchos jóvenes cargar con la pena de saber que, por más que se esfuercen, están perdidos. Eso cree Simón y los nuevos dirigentes maipucinos, quienes se definen como la generación “que abrió los ojos”. Y lo hizo no sólo para ver las deficiencias del sistema, sino también la brecha que separa su realidad de la de los voceros de los secundarios que lideraron el movimiento estudiantil hace unos meses. Ellos no van al Instituto Nacional, el Liceo José Victorino Lastarria o al Carmela Carvajal de Prat. Y eso significa una cosa: mientras éstos últimos estén en la universidad, ellos estarán cesantes o trabajando en lo que sea. “Yo estoy inscrito para dar la prueba, pero no creo que me vaya bien porque como estudié en un liceo técnico, no me preparan para eso. Aquí hay una realidad distinta a la de los colegios emblemáticos. En una asamblea, planteamos el tema de un colegio con plaga de ratones, pero ellos no le dieron mayor importancia, porque en sus colegios no hay ratones, o sea, tu vas al Lastarria, hay un ratón y los cabros le ponen una demanda al colegio, pero aquí no”. Simón y sus compañeros representan a estudiantes que no creen en el diálogo que les ofreció el Gobierno con el Consejo Asesor de Educación. Piensan que sólo es una jugada de las autoridades para ganar tiempo e incluso desconfían de los que antes fueron sus dirigentes: “Ellos (César Valenzuela, Karina Delfino) tienen la carrera corrida, seguro que en un tiempo más va a aparecer de candidato a diputado…¿se imaginan? ¡un diputado opresor más!” dice Abrigo, y todos ríen. Por esta desconfianza, validan la lucha en la calle y no se arrepienten de tirar piedras. “Si tenemos que volver a hacerlo, aunque se querelle la Presidenta, lo vamos a hacer” aclara en tono combativo Simón. Educación Popular Francisco Abrigo, quien cursa tercero medio, en el Colegio Carolina Llona. Participa en una biblioteca popular, en la que se junta con un grupo de compañeros a compartir experiencias, lecturas e ideas de cambio. Para él la educación debe seguir el ejemplo de este modelo de educación popular “donde el profesor aprende de los alumnos, y al revés, y donde discutimos durante horas. Allí nadie se calla, todos aportan o preguntan. Después, salimos con la sensación de que aprendimos de verdad”, dice. Estos dirigentes le piden al sistema educativo que además de matemáticas o lenguaje, les enseñen a ser mejores personas y a defenderse en la vida, lo que también incluye la educación política. “Cuando tenemos dudas, tenemos que salir a buscar afuera las respuestas, porque en el colegio la política es tabú”, dice Schubert. Para Romina Araos, la única mujer del grupo, la respuesta es sencilla y dramática “No les interesa que abramos los ojos para tenernos tranquilos, sin opinar”. Y su opinión es que la educación que reciben debe ser cambiada de raíz. Su meta es terminar con el lucro del sistema y derogar la LOCE. Por eso no los convence el Consejo Asesor, ni ningún tipo de diálogo que no apunte a discutir los problemas de base. La violencia está en el sistema “Siempre nos preguntamos ¿qué es más violento: que un cabro tire una piedra o que ese mismo cabro pase hambre en un establecimiento? dice Francisco Abrigo. Y sus pares responden: “Lo que pasó el martes era inevitable, porque ya nos cansamos ¿Qué quieren, que sigamos esperando para que se sigan enriqueciendo y haciendo negocio con nuestra educación? Lo único que repudian de los hechos de la semana pasada es el saqueo a los pequeños empresarios. Pero de lo demás se sienten orgullosos y seguros de que ganaron algo con lo sucedido. “Creo que salimos adelante, estudiantes que estaban durmiendo ahora se despertaron. El Mc Donalds está asegurado, pero las mentes que despertaron son invaluables”. La nula fe que estos jóvenes tienen en las autoridades es máxima. La sensación de que no tienen nada que perder, también. Tal como en Lota, donde los alumnos sacaron las sillas y mesas a la lluvia porque dentro de su liceo se mojaban igual, a estos secundarios no les importa perder clases si las cosas siguen igual. Piensan que ellos ya están perdidos, pero tienen la esperanza de que sus hijos, al menos, puedan sentirse conformes con la educación que recibieron.
“Representamos la lucha de mucha gente que soñó algún día” Schubert Fénero, estudiante de tercero medio, Colegio Carolina Llona de Maipú. Su padre y abuelo se llaman así y aunque dice que le gusta “Schubert” porque lo hace sentir diferente, preferiría tener una hija, para poder romper con la tradición. Reconoce que hace poco tiempo atrás, ni siquiera se cuestionaba la educación que estaba recibiendo. Pero que ahora le enrostra a cualquiera que se le ponga por delante que no quiere ser educado para ser mano de obra barata. Schubert dice que seguirá apoyando “el movimiento” incluso después de salir del colegio. Para él, la lucha de los secundarios hizo renacer la esperanza en personas que creían que ya no se podía pelear por lo que creen justo: “Una señora el otro día me lo dijo, y se puso a llorar. Por eso creo que estamos representando la lucha de mucha gente que soñó algún día”. “No queremos que nos sigan ofreciendo café y galletitas” Romina Araos, estudiante de tercero medio Colegio Carolina Llona de Maipú. Es una niña dulce, hasta que le preguntan porqué está peleando. Incluso, antes de que los casi dos mil jóvenes rompieran la entrada de la Corporación de Educación, ella se encargó de devolverle al guardia unos listones que pudieran ser utilizados como armas. Dice estar recién en búsqueda de una orientación política, pero tiene claro lo que no quiere: “no me interesa que nos sigan ofreciendo café y galletitas, queremos respuestas de verdad”. Romina siente que los jóvenes que salieron a la calle, son los verdaderos representantes del estudiantado chileno y asegura que seguirá adelante incluso cuando ya no sea estudiante secundaria. “Cuando uno despierta, ya no puede volver a dormir” Sebastián Villavicencio, estudiante de tercero medio Colegio Carolina Llona de Maipú. Se declara fanático de Eduardo Galeano y de Manu Chao, como el resto de sus compañeros. Para él, la clave de todo es la desigualdad:“Vemos compañeros que pagan 120 lucas y tienen una educación excelente y nosotros nada”. Por eso, siempre ha buscado participar en agrupaciones de barrio, llegando incluso a formar parte de las Juventudes Comunistas, donde no tuvo muy buena experiencia. Por eso, ahora declara que no pertenece a ningún otro movimiento que no sea el secundario y que no lo dejará nunca “porque esto es como cuando uno tiene una pesadilla en medio de la noche: se despierta y no se puede volver a dormir”.
La Nación |
“Representamos la lucha de mucha gente que soñó algún día” Schubert Fénero, estudiante de tercero medio, Colegio Carolina Llona de Maipú. Su padre y abuelo se llaman así y aunque dice que le gusta “Schubert” porque lo hace sentir diferente, preferiría tener una hija, para poder romper con la tradición. Reconoce que hace poco tiempo atrás, ni siquiera se cuestionaba la educación que estaba recibiendo. Pero que ahora le enrostra a cualquiera que se le ponga por delante que no quiere ser educado para ser mano de obra barata. Schubert dice que seguirá apoyando “el movimiento” incluso después de salir del colegio. Para él, la lucha de los secundarios hizo renacer la esperanza en personas que creían que ya no se podía pelear por lo que creen justo: “Una señora el otro día me lo dijo, y se puso a llorar. Por eso creo que estamos representando la lucha de mucha gente que soñó algún día”. “No queremos que nos sigan ofreciendo café y galletitas” Romina Araos, estudiante de tercero medio Colegio Carolina Llona de Maipú. Es una niña dulce, hasta que le preguntan porqué está peleando. Incluso, antes de que los casi dos mil jóvenes rompieran la entrada de la Corporación de Educación, ella se encargó de devolverle al guardia unos listones que pudieran ser utilizados como armas. Dice estar recién en búsqueda de una orientación política, pero tiene claro lo que no quiere: “no me interesa que nos sigan ofreciendo café y galletitas, queremos respuestas de verdad”. Romina siente que los jóvenes que salieron a la calle, son los verdaderos representantes del estudiantado chileno y asegura que seguirá adelante incluso cuando ya no sea estudiante secundaria. “Cuando uno despierta, ya no puede volver a dormir” Sebastián Villavicencio, estudiante de tercero medio Colegio Carolina Llona de Maipú. Se declara fanático de Eduardo Galeano y de Manu Chao, como el resto de sus compañeros. Para él, la clave de todo es la desigualdad:“Vemos compañeros que pagan 120 lucas y tienen una educación excelente y nosotros nada”. Por eso, siempre ha buscado participar en agrupaciones de barrio, llegando incluso a formar parte de las Juventudes Comunistas, donde no tuvo muy buena experiencia. Por eso, ahora declara que no pertenece a ningún otro movimiento que no sea el secundario y que no lo dejará nunca “porque esto es como cuando uno tiene una pesadilla en medio de la noche: se despierta y no se puede volver a dormir”.
0 comentarios